Por: Dr. Jorge O. Marolla
A
tres meses de la asunción del gobierno Macrista, lo primero que se nota es un
claro objetivo que está ausente en otras áreas: devaluación, eliminación de las
restricciones a la compra de divisas, eliminación de trabas para exportar e
importar; baja de impuestos a los autos de alta gama, eliminación de
retenciones al agro, recorte de subsidios y reinserción a los mercados de
capital, previo al acuerdo con los Holdaust (buitres) y el FMI, todo ello
conforma un programa claramente desplegado sin reparos que ocasionó un aumento
indiscriminado de los precio con un perjuicio a la clase social de menor
ingreso y a los trabajadores en su conjunto.
El
conjunto de decisiones económicas adoptado por el nuevo gobierno conforma un
típico programa neoliberal tendiente a desmontar controles, regulaciones e
intervenciones del Estado construido durante el gobierno kirschnerista, con la
promesa de liberar las fuerzas del mercado como motor del crecimiento, que en
contraposición con lo planteado en la campaña de “cambiemos”, se estima que
recién podrá visualizarse durante el año 2017. Se podrá cuestionar sus
consecuencias sociales, la transferencia de ingresos hacia los sectores
concentrados de la economía y el seguro impacto sobre el empleo, pero el
programa es consistente, con las consecuencias descritas, pero no sorpresivo
en estos puntos, donde Macri está haciendo lo que iba hacer en el área
económico –financiero.
En
el resto de las áreas de gestión del gobierno, reina el desconcierto. En el
espacio político-institucional, Macri no está haciendo lo que dijo que iba
hacer, sino que está haciendo lo que dijo que no iba hacer, como la designación
de jueces de la Corte por Decreto, el ataque sobre la Ley de Medios y los
despidos en el Sector Público, sospechado de revanchismo político y disfrazándolo
de que eran “ñoquis”.
Sin
embargo, un gobierno democrático nunca puede ser juzgado en blanco o negro,
incluso en los peores es posible encontrar alguna política positiva, por ejemplo,
en el menemato, se abolió el servicio militar, se modificó la Constitución
donde se establecía que el presidente debía ser católico y se crearon las
primeras universidades del conurbano. Un gobierno no puede verse como la
aplicación infalible de un plan de gobierno, sino como un conjunto de políticas
con un rumbo general, aunque existen también decisiones tomadas a ciegas por
fuera de la estrategia general ante situaciones inesperadas.
La
tranquilidad es evidente. Frente a la debilidad organizativa e ideológica, cada
vez más acentuada, de las fuerzas políticas se hace necesario repasar la
composición social de los partidos políticos y los mundos sociales de sus
funcionarios y dirigentes que comparten experiencias de valores y visiones.
Ante esto aparecen un gobierno PRO que muestra una homogeneidad social,
profesional y fonética extraña desde la recuperación de la democracia lo que
explica que el macrismo al momento de liberar la economía, reformar la ley de
medios o premiar al campo, no haya anunciado, salvo el aumento de $ 400 a los
jubilados y pensionados y a la Asignación Universal por Hijo una sola medida
importante en materia de políticas sociales, laborales sanitarias o educativas.
Un país ya familiarizado con las advertencias de su Ministro de Economía o la
mano dura por la Ministra de Seguridad Patricia Bullrich, las ideas de los
responsables que deberían hacer cumplir el slogan “POBREZA CERO” sigue siendo un enigma.
Amparado
en ese “slogan” seductor pero nebuloso, la política social del nuevo gobierno
parece estar guiada por el patrón de pisos de protección social elaborado por
las Naciones Unidas, con el objetivo de promover la cobertura básica universal
de alimentación, salud, educación y vivienda, pero aun ausente en la
formulación de las políticas sociales para alcanzar el objetivo prometido en
campaña. No se dice nada de cómo alcanzar este paradigma.
Ahora
bien, como principio ordenador, el criterio planteado por Naciones Unidas,
puede ser útil para países con bajos niveles de desarrollo, sin ir más lejos la
experiencia de las políticas implementadas por gobiernos populares de América
Latina: Bolivia redujo su pobreza del 45,2 al 18% con la llegada de Evo Morales
y Brasil redujo la pobreza extrema en el nordeste del 22,9% al 7% durante el
gobierno del PT.
La
pregunta es si este diseño es adecuado para un país como la Argentina, de
desarrollo medio. Hoy, no se tiene resultados del nivel de pobreza en el país,
consecuencia de los cambios sufridos en el INDEC en la medición de esta
problemática. Como también es cierto que la estructura social argentina es muy
diferente a la miseria del nordeste brasileño o las áreas rurales de Bolivia.
Producir avances rápidos partiendo de la hipercrítica es fácil, siempre y
cuando las políticas económicas acompañen
Para
llegar a la conclusión de que tipo de avances realizar exige enfrentar a
estructuras de poder que difícilmente el macrismo esté dispuesto hacerlo. El
macrismo parece operar sobre criterios de un programa ortodoxo manteniendo
parte de las políticas sociales construidas por el kirschnerismo. Mantener la
legitimidad política y la paz social dependerá de los consensos sociales
construidos en torno a las medidas de inclusión, la capacidad de movilización
de los sectores populares y la resistencia sindical.
Por
ejemplo, ¿se puede enfrentar la crisis habitacional sin enfrentar los intereses
de los desarrolladores inmobiliarios?, es posible mejorar la calidad del empleo
apostando al agronegocio, la minería la energía y los servicios, siendo estos,
los sectores más dinámicos de la economía y los que generan la divisas, pero no
se caracterizan por generar puestos de trabajo?
Las
medidas económicas tomadas hasta el momento, con una fuerte incidencia en el
valor de los productos de los alimentos, alquileres y servicios públicos, entre
otros, no hizo más que ampliar la inclusión de pobres a la estructura social,
lo que implica una falacia al slogan “Pobreza cero” pregonada durante la
campaña.
El
planteo de “Pobreza Cero” es falso, porque la pobreza no es una condición
absoluta, está ligada no solo a lo que se necesita para comer, sino además al
acceso a la vivienda, la salud, el agua, la educación y otros servicios
indispensables para la calidad de vida de cada habitante, y en cada Estado la
medición de la pobreza es distinta, no existe Pobreza Cero en ninguna parte del
planeta. Se podrá hablar de “hambre cero” como lo hizo Lula en el Brasil, pero
hablar de “pobreza cero” no es razonable, porque la pobreza no es un todo sino
el saldo de una relación entre pobres y ricos, y cuando se cubra una necesidad
aparecerá otra.
En la Argentina el problema no es solo la
pobreza, incluida en el discurso macrista, sino la DESIGUALDAD de la que no se habla.Fuente: Le Monde Diplomatique.Edición Febrero y Marzo 2016
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